lunes, 27 de marzo de 2006

La Divina Proporción

¿Su abuelo le hablaba del número Phi?

Claro. La Divina Proporción. Sonrió con falsa modestia . En realidad, muchas veces decía en broma que yo era medio divina… ya sabe, por las letras de mi nombre.
Langdon se quedó un momento pensativo y después masculló algo en señal de asentimiento.

«So PHI e.»

Seguían bajando por la escalera, y Langdon se concentró en el Phi. Estaba empezando a darse cuenta de que las pistas de Saunière eran más coherentes de lo que en un principio había supuesto.

«Da Vinci…Ia serie de Fibonacci… el pentáculo.»

Por increíble que pareciera, todas esas cosas estaban relacionadas mediante una idea tan básica de la historia del arte que Langdon dedicaba muchas clases a exponerla.

El número Phi.

Se sintió una vez más en Harvard, de nuevo en su clase de «Simbolismo en el Arte», escribiendo su número preferido en la pizarra:

1,618

Langdon se dio la vuelta para contemplar la cara expectante de sus alumnos.
¿Alguien puede decirme qué es este número?
Uno alto, estudiante de último curso de matemáticas, que se sentaba al fondo levantó la mano.
Es el número Phi dijo, pronunciando las consonantes como una efe.
Muy bien, Stettner. Aquí os presento a Phi.
Que no debe confundirse con pi añadió Stettner con una sonrisa de suficiencia.
El Phi prosiguió Langdon , uno coma seiscientos dieciocho, es un número muy importante para el arte.
¿Alguien sabría decirme por qué?
Stettner seguía en su papel de gracioso.
¿Porque es muy bonito?
Todos se rieron.
En realidad, Stettner, vuelve a tener razón. El Phi suele considerarse como el número más bello del universo.
Las carcajadas cesaron al momento, y Stettner se incorporó, orgulloso.

Mientras cargaba el proyector con las diapositivas, explicó que el número Phi se derivaba de la Secuencia de Fibonacci, una progresión famosa no sólo porque la suma de los números precedentes equivalía al siguiente, sino porque los cocientes de los números precedentes poseían la sorprendente propiedad de tender a 1,618, es decir, al número Phi.

A pesar de los orígenes aparentemente místicos de Phi, prosiguió Langdon, el aspecto verdaderamente pasmoso de ese número era su papel básico en tanto que molde constructivo de la naturaleza. Las plantas, los animales e incluso los seres humanos poseían características dimensionales que se ajustaban con misteriosa exactitud a la razón de Phi a 1.

La ubicuidad de Phi en la naturaleza añadió Langdon apagando las luces trasciende sin duda la casualidad, por lo que los antiguos creían que ese número había sido predeterminado por el Creador del Universo. Los primeros científicos bautizaron el uno coma seiscientos dieciocho como «La Divina Proporción».

Un momento dijo una alumna de la primera fila . Yo estoy terminando biología y nunca he visto esa Divina Proporción en la naturaleza.
¿Ah no? respondió Langdon con una sonrisa burlona . ¿Has estudiado alguna vez la relación entre machos y hembras en un panal de abejas?
Sí, claro. Las hembras siempre son más.
Exacto. ¿Y sabías que si divides el número de hembras por el de los machos de cualquier panal del mundo, siempre obtendrás el mismo número?
¿Sí?
Sí. E1 Phi.

La alumna ahogó una exclamación de asombro.

No es posible.
Sí es posible contraatacó Langdon mientras proyectaba la diapositiva de un molusco espiral . ¿Reconoces esto?
Es un nautilo dijo la alumna de biología . Un molusco cefalópodo que se inyecta gas en su caparazón compartimentado para equilibrar su flotación.
Correcto. ¿Y sabrías decirme cuál es la razón entre el diámetro de cada tramo de su espiral con el siguiente?
La joven miró indecisa los arcos concéntricos de aquel caparazón. Langdon asintió.
El número Phi. La Divina Proporción. Uno coma seiscientos dieciocho. La alumna parecía maravillada.
Langdon proyectó la siguiente diapositiva, el primer plano de un girasol lleno de semillas. Las pipas de girasol crecen en espirales opuestos. ¿Alguien sabría decirme cual es la razón entre el diámetro de cada rotación y el siguiente?
¿Phi? dijeron todos al unísono.
Correcto. Langdon empezó a pasar muy deprisa el resto de imágenes: piñas piñoneras, distribuciones de hojas en ramas, segmentaciones de insectos, ejemplos todos que se ajustaban con sorprendente fidelidad a la Divina Proporción.
Esto es insólito exclamó un alumno.
Sí dijo otro . Pero ¿qué tiene que ver esto con el arte?
¡Ajá! intervino Langdon . Me alegro de que alguien lo pregunte.
Proyectó otra diapositiva, de un pergamino amarillento en el que aparecía el famoso desnudo masculino de Leonardo da Vinci El hombre de Vitrubio , llamado así en honor a Marcus Vitrubius, el brillante arquitecto romano que ensalzó la Divina Proporcion en su obra De Arquitectura.

Nadie entendía mejor que Leonardo la estructura divina del cuerpo humano. Había llegado a exhumar cadáveres para medir las proporciones exactas de sus estructuras óseas. Fue el primero en demostrar que el cuerpo humano está formado literalmente de bloques constructivos cuya razón es siempre igual a Phi. Los alumnos le dedicaron una mirada escéptica.

¿No me creéis? les retó Langdon . Pues la próxima vez que os duchéis, llevaros un metro al baño. A un par de integrantes del equipo de fútbol se les escapó una risa nerviosa.

No sólo vosotros, cachas inseguros cortó Langdon , sino todos. Chicos y chicas. Intentadlo. Medid la distancia entre el suelo y la parte más alta de la cabeza. Y divididla luego entre la distancia que hay entre el ombligo y el suelo. ¿No adivináis qué número os va a dar?
¡No será el Phi! exclamó uno de los deportistas, incrédulo.
Pues sí, el Phi. Uno coma seiscientos dieciocho. ¿Queréis otro ejemplo? Medíos la distancia entre el hombro y las puntas de los dedos y divididla por la distancia entre el codo y la punta de los dedos. Otra vez Phi. ¿Otro más? La distancia entre la cadera y el suelo dividida por la distancia entre la rodilla y el suelo. Otra vez Phi. Las articulaciones de manos y de pies. Las divisiones vertebrales. Phi, Phi, Phi. Amigos y amigas, todos vosotros sois tributos andantes a la Divina Proporción.

Aunque las luces estaban apagadas, Langdon notaba que todos estaban atónitos. Y él notaba un cosquilleo en su interior. Por eso se dedicaba a la docencia.

Amigos y amigas, como veis, bajo el caos del mundo subyace un orden. Cuando los antiguos descubrieron el Phi, estuvieron seguros de haber dado con el plan que Dios había usado para crear el mundo, y por eso le rendían culto a la Naturaleza. Es comprensible. La mano de Dios se hace evidente en ella, e incluso en la actualidad existen religiones paganas, que veneran a la Madre Tierra. Muchos de nosotros honramos a la Naturaleza como lo hacían los paganos, y ni siquiera sabemos por qué. Las fiestas de mayo que celebramos en los Estados Unidos son un ejemplo perfecto… la celebración de la primavera, la tierra que vuelve a la vida para darnos su fruto. La misteriosa magia inherente a la Divina Proporción se escribió al principio de los tiempos. El hombre se limita a acatar las reglas de la Naturaleza, y como el arte es el intento del hombre por imitar la belleza surgida de la mano del Creador, ya os podéis imaginar que durante este semestre vamos a ver bastantes muestras de la Divina Proporción aplicadas a las diversas manifestaciones artísticas.

Durante los siguientes treinta minutos, Langdon se dedicó a mostrarles diapositivas con obras de Miguel Ángel, Durero, Leonardo da Vinci y muchos otros, demostrando en todos los casos la deliberada y rigurosa observancia de la Divina Proporción en el planteamiento de sus composiciones. Langdon desenmascaró el número Phi en las dimensiones arquitectónicas del Partenón ateniense, de las Pirámides de Egipto e incluso del edificio de las Naciones Unidas de Nueva York. E1 Phi aparecía en las estructuras básicas de las sonatas de Mozart, en la Quinta Sinfonía de Beethoven, así como en los trabajos de Bartók, de Debussy y de Schubert. E1 número Phi, expaso Langdon, lo usaba hasta Stradivarins para calcular la ubicación exacta de los oídos o efes en la construcción de sus famosos violines.

Para terminar dijo Langdon acercándose a la pizarra , volvamos a los símbolos. Dibujó las cinco líneas secantes que formaban una estrella de cinco puntas . Este símbolo es una de las imágenes más importantes que veréis durante este curso. Formalmente conocido como «pentagrama», o pentáculo, como lo llamaban los antignos, muchas culturas lo consideran tanto un símbolo divino como mágico. ¿Alguien sabría decirme por qué?
Stettner, el alumno de matemáticas, levantó la mano.
Porque al dibujar un pentagrama, las líneas se dividen automáticamente en segmentos que remiten a la Divina Proporción.
Langdon movió la cabeza hacia delante en señal de aprobación.
Muy bien. Pues sí, la razón de todos los segmentos de un pentaculo equivale a Phi, por lo que el símbolo se convierte en la máxima expresión de la Divina Proporción. Por ello, la estrella de cinco puntas ha sido siempre el símbolo de la belleza y la perfección asociada a la diosa y a la divinidad femenina.
Las alumnas sonrieron, complacidas.
Una cosa más. Hoy sólo hemos mencionado de pasada a Leonardo da Vinci, pero vamos a tratarlo mucho más durante el curso. Está perfectamente documentado que Leonardo era un ferviente devoto de los antiguos cultos a la diosa. Mañana os mostraré su famoso fresco La última cena, que es uno de los más sorprendentes homenajes a la divinidad femenina que vais a ver nunca.
Lo dice en broma intervino alguien . Yo creía que La última cena era sobre Jesús.
Pues hay símbolos ocultos en sitios que ni imaginarías.
Venga susurró Sophie . ¿Qué pasa? Ya casi estamos. ¡Dese prisa!
Langdon levantó la vista y notó que estaba regresando de un lugar muy lejano. Se dio cuenta de que estaba de pie, inmóvil, en la escalera, paralizado por una súbita revelación.

« ¡Diavole in Dracon! Límala, asno. »
Sophie seguia mirandolo.
«No puede ser tan fácil», pensó.
Pero sabía que sí, que lo era.
Ahí, en las entrañas del Louvre... con imágenes de Phis y Leonardos revoloteándole en la mente, Robert Langdon, repentina e inesperadamente, descifró el enigma de Saunière.
¡Diavole in Dracori! Límala, asno dijo . ¡Es un mensaje cifrado de los más simples!


El código da Vinci
Dan Brown
El ubicuo Fibonacci

Corría el siglo XII. En 1170, los normandos atacaban a los irlandeses en Baginbun y los destrozaban, mientras Gervasio de Canterbury y los astrónomos chinos documentaban un tránsito de Marte frente a Júpiter. El judío sefaradí Benjamín de Tudela viajaba por todo el mundo conocido para censar a los judíos existentes, y llegaba a la conclusión de que 8 millones de ellos estaban repartidos por el planeta. El Valle del Bekaá se veía devastado por un espantoso terremoto de más de grado 7 en la Escala de Mercalli. Ricardo Corazón de León, mientras tanto, reinaba en Inglaterra.

Entre tantos eventos importantes, un tal Bonaccio, residente en Pisa (donde, según Benjamín, vivían 20 judíos) celebraba el nacimiento de su hijo Leonardo. Como era vástago de Bonaccio, casi nunca nadie conoció al niño como Leonardo de Pisa, sino como "el hijo de Bonaccio", esto es, Fibonacci.

Bonaccio, por entonces director de una aduana italiana en Argelia, necesitaba que su hijo supiese de números, por lo que obligó al chiquillo a estudiar aritmética posicional hindú. Milagrosamente, Fibonacci descubrió en las matemáticas el amor de su vida. Nunca más las abandonó.

El aporte de Fibonacci a la matemática es tan grande y tan profundo que prácticamente no puede ser medido. Por la época en la que vivió, el sistema de numeración arábigo (el que usamos nosotros) era poco menos que una curiosidad: todo el mundo usaba los números romanos. Y ya se sabe lo difícil que es multiplicar (por no hablar de dividir) con números romanos, por la sencilla razón de que no tienen cero. Les encargo una ecuación cuadrática o una integral de segundo grado.

Pues bien, Fibonacci, recordando el curso de aritmética hindú aprendido de niño, escribió en 1202 su tratado Liber abaci ("El Libro del Ábaco") que es, ni más ni menos, un tratado sobre el sistema numeral indoarábigo. En él presenta al público y a los científicos europeos los signos hindúes (1, 2, 3...) y el 0 árabe, donde dice que se llama "cero" (quod arabice zephirum appellatur). Además, expone el método de regula falsi para ecuaciones de primer grado. Nada menos que eso, algo insólito para un libro del siglo XIII en una sociedad que no usaba el cero.

Su otro libro capital, De quadratis numeris (1225) es tan avanzado que hubo que esperar a Fermat (en el siglo XVII) para superarlo.

Sin embargo, yo no creo que ustedes supieran que fue Fibonacci quien trajo de la India y Arabia nuestro sistema numérico. Casi nadie lo sabe. Pero todos hemos escuchado su nombre, y nos suena la expresión "series de Fibonacci", ¿verdad?

Los seres humanos somos así: no agradecemos a los prohombres sus grandes obsequios y los inmortalizamos simultáneamente por una trivialidad.

Pero una trivialidad muy interesante... Mucho. Irresistible, en realidad.

Las series de Fibonacci fueron bautizadas en honor del italiano por el teórico francés Edouard Lucas, porque este tipo de sucesiones numéricas forman parte de un problema bastante sencillo del Liber abaci.

Una sucesión de Fibonacci es aquella donde cada número es el resultado de sumar los dos que lo preceden. Así, la primera y más básica serie de Fibonacci sería:


1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233...


respondiendo a la fórmula

Fn = Fn-1 + Fn-2


Lo interesante de las series de Fibonacci es que prácticamente cualquiera (con la sola condición de que domine la aritmética básica) puede investigarlas, descubrirles nuevas propiedades y desarrollar teoremas propios, inéditos y curiosísimos sobre ellas. Parecen existir infinitos teoremas de Fibonacci, y amateurs matemáticos casi absolutos han escrito y publicado interminable cantidad de sesudos libros acerca de ellos.

Además, las series de Fibonacci aparecen en infinidad de objetos de la naturaleza (como veremos) y tienen propiedades extrañísimas, que también comentaré.

Las aplicaciones de los números de Fibonacci son también, al parecer, infinitas: se utilizan en generación de números al azar, en la búsqueda de valores máximos y mínimos de funciones complejas de las que se ignora la derivada, en trabajos de clasificación de datos, en recuperación de información en computadoras, y mil etcéteras más.

Entre las muchas curiosidades de las Fibonacci, una de las más extrañas propiedades de las mismas es que la razón entre cada par de números consecutivos va oscilando por encima y por debajo de la razón áurea, y que a medida que avanzamos en la serie, la diferencia de la razón de Fibonacci con la razón áurea se va haciendo cada vez menor. En teoría, cuando llegásemos al último par de números, resultaría

infinito/infinito - 1 = 1,61803...

que es, precisamente, la razón áurea. La razón áurea es un célebre número irracional (como pi, sus cifras decimales no parecen terminar jamás).

La afirmación anterior se demuestra fácilmente. En nuestro ejemplo,

3 / 2 = 1,5

bastante por debajo de la razón áurea. Pero

5 / 3 = 1,66

algo por encima, pero menos que antes. Si seguimos veremos que

8 / 5 = 1,6 ; 13 / 8 = 1,625 ; 21 / 13 = 1,6153 y 34 / 21 = 1,61904

, lo cual ya se acerca bastante.

Las extrañas apariciones de las series de Fibonacci y de la razón áurea han dado lugar a interminables especulaciones y análisis y, por supuesto, a una abundante bibliografía. Sabemos que los caparazones espirales de muchos caracoles se rigen por ella, como ciertas proporciones de la anatomía humana, animal y vegetal. También se han hallado manifestaciones de estas entidades en las artes plásticas, la arquitectura y la poesía. Varios bardos romanos, especialmente Virgilio en la Eneida, parecen haber utilizado las series de Fibonacci en la estructura de sus obras poéticas.

En las ciencias naturales, es bien conocida la estructura de Fibonacci en la disposición de las semillas en los girasoles. Las semillas, ubicadas en la gran parte central de las flores, tienen una implantación en espiral: hay dos grupos de espirales, gobernadas por dos funciones logarítmicas. Un grupo gira en sentido horario y otro en el antihorario. La cantidad de espirales logarítmicas en cada grupo sigue números de Fibonacci consecutivos.

Las abejas también tienen relación con las series de Fibonacci: si se observan las celdas hexagonales de una colmena y se coloca a una abeja en una cualquiera de ellas, y se le permite alimentar a la larva, suponiendo que continuará siempre por la celda contigua de la derecha, veremos que hay sólo una ruta posible para la siguiente celdilla; dos hacia la segunda, tres hasta la tercera, cinco hasta la cuarta, ocho rutas posibles hacia la quinta, etcétera.

Y, ya que estamos a ello, diremos que los machos o zánganos de la colmena tienen árboles genealógicos que siguen estrictamente una distribución de Fibonacci. En efecto, los machos no tienen padre, por lo que él (1), tiene una madre (1, 1), dos abuelos —los padres de la reina— (1, 1, 2), tres bisabuelos —porque el padre de la reina no tuvo padre— (1, 1, 2, 3), cinco tatarabuelos (1, 1, 2, 3, 5) y ocho tataratatarabuelos (1, 1, 2, 3, 5, 8).

También la física parece adorar las sucesiones de Fibonacci. Si se colocan dos láminas planas de vidrio en contacto y se hace que unos rayos luminosos las atraviesen, algunos (dependiendo del ángulo de incidencia) las atravesarán sin reflejarse, pero otros sufrirán una reflexión. El rayo que no sufre reflexión tiene sólo una trayectoria posible de salida; el que sufre una reflexión tiene dos rutas posibles; el que sufre dos reflexiones, tres trayectorias, el que experimenta tres reflexiones, cinco, y así sucesivamente. Tenemos aquí nuevamente una serie de Fibonacci: 1, 1, 2, 3, 5, 8...

La mano humana es, también, una serie de Fibonacci. La longitud del metacarpo es la suma de las dos falanges proximales; la longitud de la primera falange es la suma de las dos falanges distales

Si aumentamos el número de reflexiones (n), el número de trayectorias posibles sigue infinitamente una serie de Fibonacci.

Si se toma un grupo de fichas de dominó, de tamaño 2 x 1, la cantidad de maneras de construir rectángulos de tamaño 2 x n será, por supuesto, una serie de Fibonacci. Hay una sola forma de armar un rectángulo de 2 x 1; dos de construir el de 2 x 2; tres de hacer el de 2 x 3, cinco para el de 2 x 4; ocho para el de 2 x 5, etc.

Desde siempre, los matemáticos se vieron perturbados por la relación entre las series de Fibonacci y las de números primos. La pregunta era: ¿puede una sucesión de Fibonacci contener series infinitas de números primos? La respuesta es sí. Si construimos una serie de Fibonacci general, en la cual los dos primeros números son divisibles por un número primo, todos los subsiguientes serán divisibles por el mismo primo a su vez, y toda la serie, por grande que sea, no podrá contener más que un número primo. Esto se conoce desde la Antigüedad.

El postulado negativo era más difícil de probar: ¿Puede existir una serie de Fibonacci que no contenga ningún número primo? Hubo que esperar a que modernamente se inventaran las computadoras para responder a este interrogante. La respuesta es sí. Pueden existir series de Fibonacci sin números primos en absoluto, de hecho existen, y parece haber también una variedad infinita de ellas. Pero no están cerca de nuestra simple serie de números bajos 1, 1, 2, 3, 5... La más pequeña de las series de Fibonacci sin números primos comienza en

1.059.683.225.053.915.111.058.165.141.686.995

y concluye en

1.786.772.701.928.802.632.268.715.130.455.793.


Las peculiaridades de las series de Fibonacci son, en apariencia, infinitas. Son tan atractivas que es fácil caer encandilados bajo su hechizo.

Sin embargo, recordemos el nombre de Leonardo de Pisa, Fibonacci, no tan sólo por estos bellos e intrigantes objetos matemáticos, sino como el clarividente pensador que nos obsequió el cero y el uso del mejor sistema de numeración que se conoce, los caracteres hindoárabes.

jueves, 16 de marzo de 2006

Sr. José María Cuevas. Presidente de la CEOE

Sr. Cuevas, soy un empresario catalán que lucha cada día por sacar adelante y por hacer crecer mi empresa en un entorno complejo y en muchas ocasiones hostíl. Somos una empresa mediana, y como muchos otros empresarios, estoy indignados por las desafortunadas y malintencionadas declaraciones de quien hasta hoy sentía que me representaba.

No caeré en la tentación de situarme a su nivel y de utilizar su lenguaje pero tampoco dejaré pasar esta oportunidad para manifertarle mi malestar, mi decepción y mi indignación por sus ofensivas e injustas palabras hacia los empresarios catalanes. ¿Responden sus palabras a la posición de Fomento en las pasadas elecciones en la CEOE?. ¿Responden sus palabras al seguidismo de unos planteamientos políticos abanderados de la catalanofobia?. ¿Responden sus palabras a la prepotencia de una persona que ha olvidado que se debe a sus bases que son quienes en definitiva le sustentan?. No tengo respuesta a su incomprensible posición Sr. Cuevas, ninguna de las respuestas me satisface.

Muchos son los problemas a los que los empresarios tenemos que enfrentarnos día a día y precisamos de dirigentes que defiendan nuestra posición ante las más altas instancias, por tanto Sr. Cuevas ocúpese de los temas que son de su competencia y absténgase de opinar en lo que no le incumbe y de lo que no conoce.

En estos momentos hay que trabajar por la unidad empresarial, sería una lástima que fuera usted recordado en sus últimos años al frente de la patronal española como el artífice de la desintegración de la CEOE, una confederación que debe mucho a los empresarios catalanes.

miércoles, 8 de marzo de 2006

¿QUE PASA CON LA COBERTURA DE ESTE PAÍS?

Vaya negocio!! No es que quiera pensar mal, no. ¿Os habeis fijado con detalle en las últimas facturas de vuestro telefono móvil? ¿Veis donde esta realmente el negocio? Esta clarísimo: en el establecimiento de llamada. Si os fijais en las últimas tarifas que nos presentan como altamente ventajosas vale casi tanto hablar una hora que hacer una perdida. Los buzones de voz y mensajitos de llamadas perdidas incitan a eso: a incrementar el número de llamadas. El negocio no esta en el tiempo que hablamos sino en el numero de llamadas.

Y me pregunto yo: ¿a quién beneficia entonces la malísima cobertura que tenemos? Pensareis que soy un mal pensado...... Yo trabajo en Sabadell y me desplazo a menudo entre Sabadell y Barcelona. Pasando por los tuneles de Vallvidrera, una infraestructura que utilizan miles de usuarios al día, una llamada se me corta cuatro veces en un recorrido de apenas 20 kilómetros. Y estamos así desde hace años. Y es mas, en los tunetes se anuncia cobertura. Y es cierto, hay cobertura en todo el recorrido. Pero curiosamente la llamada se corta siempre en los mismos puntos. ¿Sospechoso? ¿No os ocurre lo mismo? Con toda aquel con quien lo he comentado le pasa los mismo.

Y cuando me refiero a la "malísima" cobertura lo hago con propiedad. Suelo viajar al extranjero y paises mucho menos "desarrollados" que el nuestro nos dan cien vueltas. Mi última experiencia fue hace unas semanas en Italia. Estuve una semana en las Dolomitas y no me falto nunca cobertura, ni siquiera arriba de una montaña de 2.700 metros. ¿Os parece que aquí pasa lo mismo?

Pero en el fondo no culpo a las compañías operadoras. Ellas cumplen con sus objetivos: ganar mucho dinero, cuanto mas mejor. Como siempre los responsables deberíamos buscarlos en las administraciones que dan concesiones a empresas que se forran con un negocio muy lucrativo, pero son incapaces de exigir unos estándares mínimos de servicio a cambio. Un pandilla de incopententes que viven de unos sueldos que pagamos entre todos y que no son capaces ni siquiera de defender una calidad mínima en los servicios que administran. Pero nosotros los elegimos..... ¿quizás no toda la responsabilidad sea de ellos?

No me hagais mucho caso.... seguramente soy un mal pensado y las cosas casi nunca son lo que parecen.
LA JUSTICIA ES IMPORTANTE.... MUY IMPORTANTE.

La justicia es la base de nuestro modelo social. La justicia debe ser el último garante de nuestras libertades y de nuestro sistema de vida. Se pueden decir muchas cosas sobre la justicia, pero todo esta escrito y no creo que nadie se atreva a discrepar sobre ello.

Sin embargo no creo que los ciudadanos de este país nos sintamos "confortables", por decirlo de una manera delicada, con nuestra justicia. Quien haya tenido la desgracia de tener que acudir a ella sabrá a que me refiero. Suele ser una experiencia decepcionante. Uno se siente absolutamente desamparado. No vale el sentido común, solo los tecnicismos que algunos iluminados conocen. Los procedimientos pasan por encima de cualquier otra consideración. Y todo y así nada es previsible, por muy claro que sea el asunto. El resultado depende de la habilidad de uno u otro letrado, o de la interpretación que pueda hacer del asunto un juez, muchas veces poco conocedor de la realidad con la que trata.

En los casos que son de mi experiencia, casos de empresa, los jueces conocen muy poco la naturaleza de las mismas. Y el conocimiento que tienen esta muy influenciado por mensajes mediaticos poco realistas. El último caso que he vivido es el de un juicio penal contra dos compañeros de trabajo por un accidente laboral: un trabajador perdió tres dedos de una mano manipulando una máquina. Seguramente el accidente se podría haber evitado. Todos los accidentes podrían evitarse, pero de vez en cuando suceden. Por eso se llaman así, accidentes.

La inspección de trabajo impuso una sanción mínima a la empresa. En un juicio civil se llego a un acuerdo para idemnizar al trabajador. Sin embargo la fiscalía del penal tiene ordenes de actuar de oficio en los casos de accidentes laborales. El resultado, sendas condenas de prisión para dos compañeros que tenían poca o ninguna responsabilidad en este asunto, y así se intentó demostrar en el juicio. Sin embargo parece que las dirctrices - sin duda políticas - de actuar en estos casos es absolutamente indiscriminada. Nuestra empresa lleva años consiguiendo uno de los índices mas bajos de siniestralidad de la comarca. Eso si creo que es un dato objetivo y que demuestra el esfuerzo que estamos haciendo. Pero eso no cuenta a la hora de condenar a personas.

Lo triste de esta historia es que por este camino nadie va a querer responsabilidades en empresas industriales. Y menos aún, nadie va a querer ser empresario. Y así nos va.... y así les va a ir a nuestros hijos. Por suerte tenemos un clima priviliegiado y un país hermoso, si no nos lo cargamos también. Siempre podremos vivir del turismo, mientras otros pasises con igual o mejor clima, y tan hermosos o mas que el nuestro no decidan hacerlos la competencia.

Por cierto, hablando de las inconsistencias de la justicia: ¿por qué a un acusado de asesinato se le condena a mayor pena si consigue que su victima se muera? ¿Es que la justicia, de paso, premia la incompetencia?

Habría que reformar muchas cosas y supongo que todos teneis alguna idea para hacerlo. Yo os voy a lanzar una: a los acusados de intento de suicidio habría que condenarles a muerte. Es lo que los americanos llamarían una solución Win-to-Win, todo el mundo sale ganando.

Perdonar que haya hecho un poco de broma sobre el asunto, pero es que no se de que otra manera puedo tomarmelo.............