jueves, 5 de noviembre de 2009



DESPUÉS DE UNA BUENA  JUERGA…. UNA MALA RESACA

Durante unos cuantos años hemos vivido una gran juerga, acomodados en un bienestar facilón y artificial, centrado en la especulación y no en el esfuerzo.  Nos adormecimos en un proceso que generaba crecimiento  e ineficiencia a la vez.  Nos atiborramos de un caramelo dulce que en realidad era una droga envenenada y letal.

Los mensajes que difundían el facilísimo y el buenísimo resultaban anestesiantes y alimentaron el desprecio por el esfuerzo y el compromiso. Si algo no funcionaba, la culpa era de otros; hasta la desaceleración económica, un eufemismo, era algo importado, un virus pasajero. Los pocos que se esforzaban en centrarse en el mundo real eran profetas de la catástrofe, despreciados  jinetes del apocalipsis. Tenían razón, pero nadie les quería oír. La mayoría de los políticos cerraron los ojos a la realidad y se dedicaron a repartir más caramelos, a pintar el futuro a todo color, el del pleno empleo, a proclamar que lo mejor aún estaba por llegar.

Ese caldo de cultivo está pasando factura en forma de relativismo moral, ausencia de valores sólidos y débil sentido de compromiso. Dice Jordi Pujol que la sociedad actual, en la que predominan los valores líquidos, poco consistentes, de quita y pon, tiene mal porvenir para progresar de manera duradera. Sin apenas valores no puede construirse nada firme y con vocación de futuro.


Los efectos demoledores de esta gran juerga los estamos pagando todos en forma de una impresionante resaca que nos va a costar años sacarnos de encima. Debemos recuperar la consciencia de nuestra realidad: la juerga se ha acabado, no somos una de las primeras potencias del mundo, excepto en algunos índices no muy alentadores, como el consumo de cocaína. Somos un país del montón, mediocre, con muchos problemas por resolver, con un futuro incierto, con una economía muy enferma.  Una vez tomemos consciencia de nuestra enfermedad, para desintoxicarnos tenemos que recuperar la moral del esfuerzo, del trabajo bien hecho, de la responsabilidad y del sentido del deber.  Podemos llegar a donde nos hicieron creer que estábamos,  maquillando índices y estadísticas , pero  el camino es largo y el esfuerzo que tenemos por delante es enorme. Salimos a competir cuando los demás ya hace un buen rato que empezaron a correr. … y encima corren más deprisa que nosotros porque están mejor preparados.


Pero este mensaje serio y exigente compite con desventaja con el discurso hueco y sin contenido de los que siguen vendiendo humo y prometen de todo a todos.

Después la realidad reduce las palabras a nada, pero las simples promesas de felicidad siguen siendo imbatibles.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La única solución para cambiar la actitud general es actuar en la educación de las nuevas generaciones. Es triste, pero no creo que podamos cambiar los valores y las actitudes de hoy hasta que pase una nueva generación formada de nuevo en los valores del esfuerzo y el sacrificio. De momento deberíamos de dejar de mimar a nuestros hijos, de ponérselo todo tan fácil, de sobreprotegerlos en exceso,...

Maravi dijo...

Tienes toda la razón, muchos años de bonanza, de bienestar y de vida fácil. El dinero ha sido el fin para muchos y conseguirlo a costa de lo que fuera, saltando límites y leyes. Lo cierto es que a algunos les ha ido bien, pero muchos otros se han pillado las manos y han perdido su patrimonio y su honestidad.
Parece mentira como olvidamos rapidamente los malos momentos vividos por nuestras empresas y familias en otras épocas debidos a otras crisis que ya existieron no hace tanto tiempo. La de los 80 cuando cerraron la mayoría de empresas textiles de Calaluña, la del 92 después de los Juegos O. de Barcelona con mucha inversión de las Administraciones en obra pública y pocas ayudas para la industria en general...
Los que no olvidan son los abuelos y la gente mayor, que sufrieron unas guerras y varias crisis, momentos muy duros y difíciles. Aprendamos de ellos y de su austeridad, de sus valores y de su educación y empujemos a nuestros hijos a convivir con ellos el mayor tiempo posible. De ellos si pueden empaparse de cosas buenas.
A los hijos hay que dejarlos volar libremente, ayudarles a que se realicen lejos de nosotros, empujarles a viajar y a vivir sin nuestra protección y con sus recursos, y enseguida que puedan y sin oír sus quejas hacerles buscar un empleo... para algo son jóvenes y pueden con todo.

Maravi